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 Estás en: "ARTE"

  Los tesoros artísticos de la Cabrera
 

"León en Madrid". Revista de la Casa de León en Madrid.

Autor: Miguel Ángel González García
Canónigo Archivero y Director del Museo de la Catedral-Basílica de Ourense.

Quizá la imagen estereotipada de una Cabrera aislada y pobre nos hace suponer que allí fue imposible otra belleza que la cierta de sus paisajes y la natural de sus gentes.

Pero como si el arte realmente se hiciera imprescindible para poder vivir con esperanza, también allí recalaron obras hermosas que aún perviven y declaran que no fue aquel territorio ni tan aislado ni tan pobre como para no recorrer los caminos de la hermosura  hecha agradecimiento y plegaria, porque principalmente la sorpresa de un conjunto  notable de obras se concentra y convoca en las iglesias y ermitas que siguen siendo las arquitecturas más sobresalientes, como señoreando la serena y humilde dignidad del  caserío de estos pueblos cabreireses que hoy se debaten entre el abandono inmisericorde o la renovación agresiva de su fisonomía.

San Cosme y San Damián, de la Iglesia de Pozos. (Foto Concha Casado)



No trataré de hacer una historia imposible en la brevedad lógica de estas páginas, ni el inventario exhaustivo de una riqueza que bien merece detención y estudio, sino un simple susurro que haga hincapié en lo que hay, que agradezca los esfuerzos que se han hecho en los últimos años en su conservación y que insista en la necesidad de no detener el capítulo de la restauración.

Por darle algún orden a este apunte me parece el más fácil el que toma la cronología como columna vertebral del discurso.

Recuerdos de época medieval

Ningún edificio ni resto significativo queda de arte medieval, quizá en muchos casos las plantas de las iglesias que traducen en su sencillez esquemas antiguos. Pero si la historia medieval de Cabrera tiene avales de documentación es lógico que también la vida se traduciría en construcciones románicas aunque fueran sin grandes pretensiones. Que ello fue así lo declara la lápida que se conserva en la iglesia de San Cosme y San Damián de  Pozos, allí en soporte de pizarra, se conserva una desvanecida inscripción consagratoria que felizmente transcribió cuando era más legible en 1761 el párroco del lugar Martín Blanco. En ella se dice que el año 1235 el obispo de Astorga Don Nuño consagró aquella iglesia en honor de los Santos Cosme y Damián de Santa María de San Francisco. Quizás sea por ello una de las primerísimas dedicaciones al santo de Asís.

Supone esta inscripción un templo de arquitectura románica tardía, que ya se sabe que el mundo rural adopta con lentitud los cambios. Como la de Pozos es indudable que todas las iglesias de Cabrera nacieron o renacieron medievales pero todas ellas en los siglos XVI a XVIII volvieron a levantar sus muros que el paso de los siglos habría dejado maltrecho.

También son señal de una actividad artística de estos momentos algunas imágenes románicas que se conservan en sus propios templos o ermitas como la Virgen de Biforcos o la de Castrillo de Cabrera o en el Museo Diocesano de los Caminos de Astorga donde hay tallas románicas de la Virgen con el Niño de Truchas, Sigüeya, Quintanilla de Yuso o Lomba, una imagen de San Pedro de Odollo y una Santa Ana de Sigüeya. Tallas de una deliciosa ingenuidad que están llenas de verdad y de ternura.

 

El arte contrarreformista

Sorprende la intensa calidad de un importante catálogo de obras de arte sagrado que nos remiten a los años finales del siglo XVI y primeras décadas del siglo XVII. El Concilio de Trento trae cambios y fervores nuevos, la reforma se nota en novedades artísticas que desde la capital de la diócesis, Astorga, donde Becerra dejó su obra mas insigne que se convertirá en referencia y lección universal, llegan hasta los más apartados lugares, quizá porque hasta allí llegan los obispos y visitadores que se proponen poner en marcha las determinaciones conciliares. Debe coincidir el momento en Cabrera con una etapa de feliz economía que permite encargos sorprendentes a los buenos maestros que conforman lo que se podría llamar "la escuela del manierismo astorgano". Y se emprenden obras de arquitectura que utilizan las bóvedas de crucería con preciosa cubrición al menos en las capillas mayores, esto lo evidencian las trazas de varias iglesias y de algunas conservamos la pertinente documentación así el contrato de la capilla mayor de la iglesia de Cunas que realiza en 1595 el cantero Domingo de Arribas.

Pero especialmente es en el  terreno de la escultura donde se alcanzan las cotas más altas de excelencia. Conforman un interesante museo las obras de este momento, merece la pena que reseñemos algunas para evidenciarla; en Baillo es de una belleza grande el sagrario con el Resucitado en la puerta Cristo Resucitado a los lados como es frecuente los apóstoles Pedro y Pablo. La hizo en 1595 el escultor Juan López de Losada. Magníficamente policromado con decoración de grutescos por Pedro de Bilbao. En esta misma iglesia la imagen de San Martín con vestiduras pontificales sigue el modelo del Santo Toribio de Gaspar Becerra del Museo de la Catedral de Astorga.

La ermita de San Roque de Valdavido conserva una curiosa talla del santo abogado contra las pestes de madera policromada de principios del siglo XVI de una noble y atractiva ingenuidad.

En La Cuesta la imagen de la Asunción que preside el retablo mayor nos sorprende por su equilibrio con la teoría de ángeles que la sostiene. Igual advocación tiene la iglesia de Cunas, la imagen en este caso es un poco anterior pero igualmente bella. La parroquia de Truchas contrató hacia 1620 varias imágenes del afamado escultor Gregorio Español, la mejor es la del Salvador, las de Santa Colomba y San Bartolomé son obras de taller. Este mismo escultor nos dejó en la iglesia de Manzaneda varias obras contratadas en 1589; constan documentalmente el Sagrario con la escena de Jesús camino del Calvario y la imagen de San Vicente diácono, que es el patrono, la del Apóstol Santiago peregrino es obra de su taller. Y así podríamos seguir enumerando obras en Truchillas (Imagen de Santa Lucía), Villar del Monte (San Roque), Quintanilla de Yuso (Sagrario con la Verónica y una Virgen con el Niño), Valdavido (Sagrario) o Quintanilla de Losada (con las espléndidas imágenes de San Mateo y San Blas).

No faltan tampoco obras de orfebrería dignas de la mejor catedral como la Cruz de Quintanilla de Yuso, o los cálices de Truchillas o el de Villarino con el que podría celebrar el mismísimo papa por su alta calidad técnica.

 

La Trinidad. Iglesia de la Cuesta. (Foto Concha Casado)

Fervores barrocos

Y tras la intensa belleza de un manierismo en cierto modo sereno el barroco se adueñó de todo, un arte lleno de vida, de movimiento, de fiesta. El barroco es sin duda el arte del pueblo que lo prolongar  mientras pueda, es decir hasta que la Academia imponga sus rigores neoclásicos. Además los siglos XVII y XVIII tenían objetiva necesidad de renovar unos edificios que estaban envejecidos por el paso del tiempo. Y con sencillez Cabrera se dedicó a levantar iglesias y espadañas y artesonados de lacería que perpetúan tradiciones mudéjares de una singular belleza como el que cubre la nave de la Iglesia de Manzaneda, obra que se hace en 1728. Iglesias de pardos sillares, que proclaman su vocación de ser enclaves transcendentes y tantas veces ahora son silenciosos vigías del silencio o de la muerte que llega a tantos pueblos. En 1780 se hace la Iglesia de Baillo siendo maestro de la misma Manuel Gil y por los mismos años casi todas las demás se rehacen o al menos documentan obras notables que suelen realizar canteros de Galicia, casi siempre repitiendo esquemas de gran sencillez constructiva, es decir, única nave con capilla mayor destacada en altura y a los pies una espadaña. Pero sobre todo el barroco ser  el estilo de un porcentaje altísimo de los retablos y de las esculturas. Retablos de muy diversas tipologías, siendo los más llamativos los de columnas salomónicas o ajarronadas. Uno de los mejores es el de la Iglesia de La Baña, salomónico, con predela, un cuerpo y ático y tres calles que una inscripción nos recuerda cuando se hizo y quién fue el generoso mecenas del mismo:

hizose y dorose este retablo
año de mil setecientos y dos
de limosna que dio a esta
Iglesia, siendo cura el licen-
ciado Toribio González que
dio esta limosna.

Hermosos son también los de la Iglesia de Truchas, Iruela, Robledo de Losada o los que están un tanto abandonados en la iglesia de Villar del Monte. Sus maestros son casi siempre escultores diocesanos que se empeñan con mayor o menor éxito en repetir las grandes creaciones del arte coetáneo.

 Esculturas son muchas las que merecerían la detención de una mirada pero baste una triple referencia: La Inmaculada de la Iglesia parroquial de Iruela que sigue el modelo iconográfico consagrado por Gregorio Fernández. En Truchas nos llama la atención la Dolorosa que reitera en tono menor, sin duda a través de la Dolorosa de Rozas de San Bartolomé de Astorga, la Virgen de las Angustias de Juni. Y en tercer lugar el Ecce Homo, o más bien Jesús tras la flagelación, de Pozos, que aunque es obra de un discreto maestro es una de las que mayor atracción devota suscita en la zona.

 El barroco también demuestra su influencia en una notable orfebrería que bien merecería ser tema de un estudio minucioso.

El arte y el patrimonio de Cabrera hoy

No faltaron en el neoclasicismo algunas obras, como el retablo de Nuestra Señora de Corporales, o el retablo del Cristo que regaló a su parroquia de Iruela el célebre relojero Losada, pero más bien fueron pocas. En el hoy artístico de Cabrera habría que destacar la presencia generosa de algunos artistas como Severino Carbajo o Pilar Ortega que recrean con altísima calidad los paisajes cabreireses o levantan acta a base de papel y lápiz de todo cuanto con tristeza muere en el vivir de Cabrera, siendo los testigos inteligentes de que esta es una tierra hermosa en la que es un privilegio vivir y conservar iglesias y retablos, sagrarios e imágenes que sin duda de otro modo pronto sería llanto.
Restauraciones como las de las Iglesias de La Baña o Iruela o el pequeño ejército sagrado de tallas manieristas que han recuperado el color y la certeza de sobrevivir Y con las que personalmente sigo soñando realizar una sencilla pero elocuente exposición que sea como el reclamo feliz para volver la mirada y el corazón hacia Cabrera.

 

 

 

 

 
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