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CASTAÑAS PARA EL INVIERNO
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Diario de León |
Por
Marcelino Cuevas |
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Una delicia gastronómica con dos mil años
de antigüedad.
Las verdes laderas bercianas están pobladas de castaños, como mínimo
desde los tiempos de la dominación romana. Cuentan que los hombres que
extraían
el oro de las rojas tierras de Las Médulas, tenían en las castañas su
principal
fuente de energía. Los centenarios castaños son el mejor emblema, el
símbolo más destacado de las singulares tierras del Bierzo.
Los descubridores del poder alimenticio de las castañas no debieron
tener muchas dudas a la hora de seleccionarlas ya que todos los animales
del entorno desde el jabalí al corzo, desde el conejo al caballo, desde
el ratón a los pájaros, se deleitan con el dulce fruto, las ingieren con
singularidad glotonería. Se dice, por ejemplo, que los cerdos después de
una dieta a base de castañas son incapaces de volver a acostumbrarse a
comer otros alimentos. Claro que con
San Martín encima poco importa.
Sin duda, después de crudas, las castañas llegaron al mundo de la
gastronomía asadas. Los hombres primitivos que se reunían al rededor de
las hogueras con los primeros fríos del otoño tuvieron en algún momento
la idea de lanzar al fuego un puñado de castañas y , después de
sorprenderse con sus sonoros estallidos, pudieron darse cuenta de la
delicia que suponía comer aquellos primeros "bulos" de la historia de la
humanidad. Este fue el primer "magosto"
de una larga serie que, felizmente, aún no ha terminado.
Vendrían posteriormente las castañas cocidas y las secas, llamadas aquí
"pilongas", que aún hoy se consumen como delicados frutos secos.
Las castañas son un producto natural de múltiples aportaciones
nutritivas: proteínas, grasa, hidratos de carbono, celulosa y abundantes
vitaminas. Igualmente poseen gran cantidad de sodio, calcio, magnesio y
otras sustancias minerales. |
Son muchas las variedades de castañas que se producen en tierras
leonesas, primordialmente en el Bierzo, aunque también se cultivan en
La Cabrera, en la montaña del norte de la provincia y en lugares
concretos como los alrededores de Astorga o en localidades cercanas a
la capital como pueden ser Ferral, Montejos o Lorenzana. La castaña de
"parede" de Noceda del Bierzo ha sido incluso promocionada por "El
Corte Inglés". Pero existen otras como las "raigonas", las
"cervantinas" o las "courelás" que, a pesar de sus diferencias, tienen
todas el denominador común de su dulce sabor y su fuerza energética. A
título personal destacaríamos las "courelás", quizá las más apreciadas
para su manufactura en almíbar o para combertirlas en "marrón", ya que
a su tamaño y extraordinario sabor unen la particularidad de no tener
cutículas internas que las dividan y hagan que se partan al cocerlas o
asarlas.
Cuentan que en la boda de Lucrecia de Borgia se consumieron, entre
otros mil manjares, castañas garrapiñadas, castañas cubiertas de
azucar quemada, de caramelo, posibilidad gastronómica hoy perdida pero
que habrá que recuperar para añadirla a las fórmulas tradicionales
abundantemente comercializadas.
En los ignorados pueblos del oeste berciano, esos pueblos que aún
tienen reciente la llegada de la luz eléctrica y las carreteras, en
los que pasaron instatáneamente de una sociedad medieval a los
esplendores tecnológicos del siglo XX, se han perdido con tanto
progreso las viejas recetas de la sopa de castañas, de las castañas
con leche, de las castañas con tocino... pero ello no quiere decir que
no deban rescatarse y ponerse a disposición de la vertiginosa sociedad
del siglo XXI, muchas veces es necesario volver a los orígenes, aunque
ya no haga falta cambiar los jamones por tocino, ni hacer los
"magostos" a la luz del candil. |
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Gracias a las castañas se ha creado todo un entorno folklórico, la
recogida en grupo con canciones y dichos, con relatos de viejas
historias que alivian el duro trabajo y el dolor de espalda. Las
tertulias en los "sequeiros" rodeando la hoguera de leña de roble que
lanza el humo hacia el techo donde, junto con el calor, seca y sanea
el fruto. Las fiestas del "magosto", donde las empanadas y los
chorizos suelen ser compañeros inseparables del fruto del castaño y
donde el entiznamiento de las caras de los participantes es casi
inevitable.
Pero para que las castañas sigan siendo una fuente alimentaria, para
que continue llenando de folklore los pintorescos valles bercianos,
hay que poner coto a los "fenicios", a los avispados comerciantes que
ganan más en cada kilo del dulce fruto que los agricultores que se
pelean con la tierra, los árboles, las agudas plagas y los elementos
durante todo el año. Por eso deben ser bienvenidas las iniciativas de
cooperativas como las de Noceda, que permiten a los agricultores una
ganancia justa por su trabajo y que impiden de alguna manera el turbio
manejo económico de algunos comerciantes desaprensivos culpables de
que muchos bercianos se olviden de sus sotos centenarios por falta de
rentabilidad. |
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